Fernando Miró, agricultor: “Si eres payés de corazón, la tierra te habla y reclama permanentemente”

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01/08/2015

Para nosotros, los aceites que hacen en Cabacés Fernando Miró y su familia son una maravilla. No es casual, pues, que junto a su mujer y los dos hijos (a través de la empresa Miró Cubells SL) exporten el aceite de oliva de sus fincas a Alemania, Dinamarca, Canadá, Estados Unidos… Como tampoco es de extrañar que uno de sus aceites, ‘Cavaloca’, haya sido considerado uno de los cien mejores del mundo. Por todo ello hemos querido hablar con Fernando Miró. Esta es la conversación.

¿Nos falta cultura del aceite?

Muchísima. Hablamos mucho de la cultura del vino y, en cambio, es muy poca la gente que ha hecho una cata de aceite y hay convencidos de que todos los aceites de oliva son iguales, que no hay ningún tipo de diferencias ni de marcas, ni de variedades, ni de zonas.

¿Por qué sucede esto?

Porque no se ha valorado. No lo ha hecho ni el consumidor y, a menudo, tampoco lo ha hecho el productor, al que ya le ha ido bien vender el aceite a cubas.

No lo sabía…

Porque el mundo del aceite es muy desconocido todavía. La gente no sabe qué come.

¿Los italianos aúnson los reyes del negocio?

Nos llevan muchos años de ventaja, sobre todo comercial. No han hecho otra cosa toda la vida. Fíjese qué pasó una vez en Cabacés…

Diga…

Hubo un año en que salió una partida de aceite de arbequina excepcional. Había 20 mil litros y el aceite era tan bueno que vino expresamente una cuba de Italia y se lo llevó todo, bien precintado y con escolta policial delante y detrás.

¿Con policías?

¡Era como si llevaran una obra de arte!

¿Siempre ha tenido claro que el aceite de oliva de Cabacés es una joya?

Siempre. Piense que yo empecé a trabajar los olivos de casa junto a mi padrino y, ya en mi juventud, a mí había algo que me tenía preocupado: aunque nosotros hacíamos un aceite excelente en una tierra durísima de trabajar no pintábamos nada a la hora de decir cuánto costaba el producto. No teníamos derecho ni decir cuál era el precio justo que queríamos cobrar. Esto me ha obsesionado toda la vida.

Pero esto todavía sucede ahora con muchos agricultores…

Por eso yo y mi familia acabamos decidiendo instalarnos por nuestra cuenta y tomar nosotros las riendas del negocio, de principio a fin. Es una opción vital pero lo cierto es que el campesinado tiene pocos caminos: o eres valiente y miras de seguir adelante con el producto que tienes o abandonas las tierras, como han hecho tantos.

Y eso no lo quería…

No, pero también hay que reconocer que cuando yo era joven, en los años sesenta, estuvimos a punto de partir con toda la familia. Pero mi padre, finalmente, dijo que no, que teníamos suficiente tierra como para vivir cómodamente y que nos teníamos que quedar. Éste ha sido el reto de mi vida.

¿Nunca ha tenido la tentación de emigrar?

No. Si hubiéramos ido a Barcelona, ​​mi padre habría estado en una portería y yo hubiera acabado siendo un mecánico mediocre… En cambio, me he convertido en un campesino orgulloso y enamorado de lo que hace. No he hecho vacaciones, yo.

¿Nunca?

Nunca jamás. Ni siquiera hice viaje de bodas. ¿Sabe qué pasa? Que si eres payés y lo sientes de corazón, la tierra te necesita y te reclama permanentemente. La tierra te habla.

¿Le habla?

Lo digo de verdad. Si tu eres campesino y estás alerta, lo que hacen las plantas y los olivos es comunicarte cosas cada día. Yo conozco todos los olivos que tenemos. Uno por uno, y todos me dicen que necesitan, cuando lo necesitan…

Y si se encuentran bien o mal…

Claro que sí. Cada finca tiene una expresión: los hay más alegres, las hay más depresivas… Si tú tratas bien los olivos, los ves bonitos, verdes, están a gusto y tú te sientes feliz. En cambio, si tú te dejas algunos sin cuidar, tú ves como sufren los olivos y sabes que te reclaman y, si te gusta el trabajo, hacen que te sientas mal…

Es el lenguaje de la naturaleza.

Sí, pero no debemos perder de vista algo que es muy elemental: cuanto mejor trates los árboles, en este caso los olivos, mejor fruto y mejor aceite acabarás teniendo. Y en eso consiste, en definitiva, el negocio del payés.